“Hágase en mí según tu palabra”
Nos quedan ya pocos días para la Navidad; y nuestro camino hacia Belén, este domingo lo hacemos de la mano de María, madre de Jesús y madre nuestra. Ella hizo que la presencia del Señor fuera una realidad en medio de nosotros. Su disponibilidad es absoluta al plan de Dios, y ello le hace una mujer fuerte.
La fe de María es, ante todo, adhesión personal a Dios y por tanto, confianza y esperanza.
María no defraudó al Señor. Acogió la Palabra y llevó a buen término la misión que le fue encomendada. Sin llegar a comprender del todo lo que Dios quería, responde diciendo: “hágase en mí según tu palabra”. María acepta el plan de Dios. Contesta con el si de la “esclava del Señor”.
Y aquí está la grandeza de la Virgen, es en esta adhesión donde radica la fuerza para ser grande y poder cantar las maravillas de Dios. Es nuestro modelo de seguimiento a Dios. En silencio, viviendo en profundidad el misterio de la Encarnación.
A veces nosotros no llegamos a descubrir el alcance del evangelio como Buena Noticia de Jesús, y es necesario hacer como María ante los grandes misterios de su Hijo Jesús: "conservar todas las cosas en el corazón". Ya llegará el momento en que se haga plena luz sobre lo que ahora permanece en oscuridad.
También nosotros hemos de ir respondiendo día a día a la llamada de Dios. No podemos estar indiferentes o evadirnos ante el compromiso que se nos plantea. Por supuesto que todos tenemos nuestros proyectos, nuestras opciones, y Dios las respeta. Dios propone y respeta nuestra libertad. Por eso nuestra respuesta a Dios es personal, y se hace realidad en nuestros grandes compromisos y los pequeños.
Dios entró en nuestra historia con el SI de María. Pero ante este derroche de generosidad, hemos de preguntarnos ¿qué sucede con nuestros compromisos ante Dios? Hemos de reconocer que muchas respuestas que hemos dado a lo largo de nuestra vida han condicionado los deseos de Dios de que llegue a todos su Reino.
Es verdad que vivimos en una sociedad donde parece que Dios no hace falta, que tenemos todo, que nuestras respuestas dan sentido a todos los interrogantes que la vida plantea. Pero seamos sinceros. No es cierto. No tenemos la solución al gran interrogante del hombre sobre el sentido de la vida.
María se dejó guiar por Dios, y ahí encontró la felicidad plena. Pasó a la historia de la humanidad por un SI a Dios incondicional y pleno. Y nosotros pensamos que lejos de ÉL seremos más libres. ¡Qué equivocados estamos!
Que “Dios está con nosotros” no es un cuento navideño para los niños, ni es un sentimiento más o menos frágil que podamos tener; es una experiencia que nos recuerda una gran verdad, a pesar de las ignorancias y olvidos de Él. Dios nos acompaña para ir realizando en nuestra vida la construcción del Reino, no olvidemos, de justicia, paz, libertad. Para eso se hace hombre.
No esperemos a que nadie venga y nos lo diga. Dios está presente en los acontecimientos de este mundo, son lo que llamamos los “signos de los tiempos” y Dios nos habla a través de ellos.
La salvación de Jesús es una salvación en la que nosotros hemos de colaborar. María colaboró, Dios le pidió su consentimiento. No miremos para otro lado ni revistamos nuestro compromiso de superficialidad. Dios viene a nuestra vida, y es una gran verdad.
Nos quedan ya pocos días para la Navidad; y nuestro camino hacia Belén, este domingo lo hacemos de la mano de María, madre de Jesús y madre nuestra. Ella hizo que la presencia del Señor fuera una realidad en medio de nosotros. Su disponibilidad es absoluta al plan de Dios, y ello le hace una mujer fuerte.
La fe de María es, ante todo, adhesión personal a Dios y por tanto, confianza y esperanza.
María no defraudó al Señor. Acogió la Palabra y llevó a buen término la misión que le fue encomendada. Sin llegar a comprender del todo lo que Dios quería, responde diciendo: “hágase en mí según tu palabra”. María acepta el plan de Dios. Contesta con el si de la “esclava del Señor”.
Y aquí está la grandeza de la Virgen, es en esta adhesión donde radica la fuerza para ser grande y poder cantar las maravillas de Dios. Es nuestro modelo de seguimiento a Dios. En silencio, viviendo en profundidad el misterio de la Encarnación.
A veces nosotros no llegamos a descubrir el alcance del evangelio como Buena Noticia de Jesús, y es necesario hacer como María ante los grandes misterios de su Hijo Jesús: "conservar todas las cosas en el corazón". Ya llegará el momento en que se haga plena luz sobre lo que ahora permanece en oscuridad.
También nosotros hemos de ir respondiendo día a día a la llamada de Dios. No podemos estar indiferentes o evadirnos ante el compromiso que se nos plantea. Por supuesto que todos tenemos nuestros proyectos, nuestras opciones, y Dios las respeta. Dios propone y respeta nuestra libertad. Por eso nuestra respuesta a Dios es personal, y se hace realidad en nuestros grandes compromisos y los pequeños.
Dios entró en nuestra historia con el SI de María. Pero ante este derroche de generosidad, hemos de preguntarnos ¿qué sucede con nuestros compromisos ante Dios? Hemos de reconocer que muchas respuestas que hemos dado a lo largo de nuestra vida han condicionado los deseos de Dios de que llegue a todos su Reino.
Es verdad que vivimos en una sociedad donde parece que Dios no hace falta, que tenemos todo, que nuestras respuestas dan sentido a todos los interrogantes que la vida plantea. Pero seamos sinceros. No es cierto. No tenemos la solución al gran interrogante del hombre sobre el sentido de la vida.
María se dejó guiar por Dios, y ahí encontró la felicidad plena. Pasó a la historia de la humanidad por un SI a Dios incondicional y pleno. Y nosotros pensamos que lejos de ÉL seremos más libres. ¡Qué equivocados estamos!
Que “Dios está con nosotros” no es un cuento navideño para los niños, ni es un sentimiento más o menos frágil que podamos tener; es una experiencia que nos recuerda una gran verdad, a pesar de las ignorancias y olvidos de Él. Dios nos acompaña para ir realizando en nuestra vida la construcción del Reino, no olvidemos, de justicia, paz, libertad. Para eso se hace hombre.
No esperemos a que nadie venga y nos lo diga. Dios está presente en los acontecimientos de este mundo, son lo que llamamos los “signos de los tiempos” y Dios nos habla a través de ellos.
La salvación de Jesús es una salvación en la que nosotros hemos de colaborar. María colaboró, Dios le pidió su consentimiento. No miremos para otro lado ni revistamos nuestro compromiso de superficialidad. Dios viene a nuestra vida, y es una gran verdad.
¡Que Dios os bendiga! FELIZ NAVIDAD. Feliz encuentro con Dios hecho hombre.
Tomás Cano
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