lunes, 16 de mayo de 2011

El Obispo de Almería, ante la llegada de la Cruz de los Jóvenes



Ante la llegada de la Cruz de los jóvenes
y la Jornada de oración por las vocaciones
Carta a los diocesanos




Queridos diocesanos:

El próximo lunes, día 16, a las 10,30 horas arribará por la Mar Mediterránea al Puerto de Almería la Cruz y el icono de Santa María, procedente del puerto granadino de Motril. Entra en Almería la Cruz de los Jóvenes por donde entraron los evangelizadores apostólicos que anunciaron a Jesucristo, en el tránsito del siglo I al II, como redentor de la humanidad y salvador universal. Viene la Cruz signo levantado entre el cielo y la tierra, para recordar a las nuevas generaciones que no hay otro lugar de salvación. Sólo Jesucristo es el Hijo de Dios humanado que el Padre ha enviado al mundo para revelarnos su misterio de amor y conducirnos a su amistad. Jesucristo es la clave de la regeneración de la humanidad que la predicación cristiana desencadenó en el siglo I, y que ha inspirado la fe de los pueblos que a lo largo de la misión de la Iglesia han ido agregándose a la gran comunidad de fe cristiana.
Llega la Cruz al filo de la Jornada mundial de oración por las vocaciones, y no podía darse mejor coincidencia, porque la Cruz, lugar donde fuimos redimidos, no puede ser presentada como signo del amor de Dios y de su voluntad universal de salvación, si no hay ministros del Evangelio ni personas que, desde su primera juventud, se sienten llamadas a dar testimonio del valor de salvación y alcance universal que tiene la cruz de Cristo.
El Papa, en su discurso del año pasado para la Jornada de oración por las vocaciones, contemplaba la propagación de las vocaciones como resultado del testimonio de aquellas personas que fueron vocacionadas en su día y han convertido su existencia en un signo de seguimiento de Cristo, en el ejercicio del ministerio sacerdotal y en la consagración de vida de los religiosos y personas de vida consagrada; y explicaba por qué, añadiendo que “el elemento fundamental y reconocible de toda vocación al sacerdocio y a la vida consagrada es la amistad con Cristo”.
En el discurso de este año, Benedicto XVI nos dice a los obispos que “para dar continuidad y difusión a vuestra misión de salvación en Cristo es importante incrementar cuanto sea posible las vocaciones sacerdotales y religiosas, poniendo interés especial en las vocaciones misioneras”. Justo lo que pretende lograr la Jornada mundial de la Juventud es llevar la misión a los jóvenes, a los que la cultura seculariza de hoy aparta de Cristo, para acercarlos a él mediante el descubrimiento del amor incondicional que llevó a entregarse hasta la muerte por nuestro amor.
La JMJ es confesión de fe en Jesús de los jóvenes bautizados, que unidos a sus pastores, reafirman su fe. No es una trampa a modo de reclamo vocacional oculto, urdido con inteligencia en una situación social de crisis cultural y carencia de abundancia de vocaciones, sino algo muy distinto: las vocaciones que puedan surgir con motivo de la celebración de estas jornadas juveniles, con la presencia del Santo Padre, son un fruto granado de la educación en la fe de las jóvenes generaciones. Por eso, hay que colocar las vocaciones que surgen de la JMJ entre los frutos granados de estos encuentros, que ayudan a los jóvenes a mantenerse “arraigados y cimentados en Cristo, firmes en la fe”, como reza el lema paulino de la JMJ de Madrid. Un lema para hacer frente a una cultura sin Dios y sin Cristo.
Se trata, pues, de reafirmar el descubrimiento y conocimiento de Cristo, como realización de la misión evangelizadora entre los jóvenes; y de la experiencia de la comunión eclesial como lugar de la misión y alimento cotidiano de la fe en Cristo, en un tiempo de singular desafección hacia la Iglesia, urgida por una crítica tantas veces sectaria, con apoyo en el pecado de los cristianos y ocultamiento deliberado de tanto bien como la Iglesia hace, y del bien mayor que nunca ha dejado de hacer: dar a conocer a Cristo y con él entregar a los hombres el misterio del acceso al conocimiento y al amor de Dios, porque sólo se va al Padre por medio de Jesús, camino verdad y vida.
Hemos de transmitir a las jóvenes generaciones el Evangelio y la JMJ es un medio para ello, que requiere nuestro apoyo como medio e instrumento de apostolado y de misión universal. La comunión eclesial, ámbito de la JMJ, se convierte de este modo en realización del lema de la Jornada de oración por las vocaciones este año: «Tu Iglesia diocesana, fuente de vocaciones». La comunión eclesial es una de las características genuinas de la transmisión y educación de la fe, y el apostolado de juventud no puede obtener fruto alguno sin tener en cuenta que Cristo envía a sus Apóstoles para que, por la fe y el bautismo, todos los que reciben el mensaje entren en la Iglesia, su cuerpo místico y sacramento de su presencia en la historia.
La vocación al sacerdocio y a la vida de especial consagración surgen y se nutren de la experiencia de Cristo en la comunión eclesial, que es asimismo fuente de toda vocación de servicio a los demás. La vocación es el medio de entrega y ofrecimiento a Dios de la propia vida para salvación de los hermanos, que adquiere formas vocacionales diversas, pero que todas descansan sobre el común denominador de ser sacramento de la diaconía de Cristo y de su amor por la humanidad.
Con mi afecto y bendición.

Almería, a 15 de mayo de 2011

 Adolfo González Montes
Obispo de Almería

No hay comentarios:

Publicar un comentario