lunes, 27 de septiembre de 2010

Una Cruz en Dulcinea

Nuestro hermano Cristóbal continúa su relato del pasado 14 de septiembre:


….el Cristo del Perdón fue, despacio muy despacio alejándose de San José pero la sorpresa y la alegría del recibimiento de la comunidad parroquial, de nuestra primera comunidad cada vez se hacía mas presente, seguía cerca. Y llego el Perdón a la calle Murcia , una calle que comunica dos parroquias la de San José y la de Santiago, segunda sede canónica de nuestra Hermandad. Y me vino a mi mente las veces que recorrí esa calle ,que en los difíciles años 80 me llevaba desde mi barrio, pasando por San Sebastian hacía Santiago. Me vino a mi mente un Martes Santo 6 de Abril de 1982 donde revestido por primera vez con mi túnica penitencial me dirigía hacía Santiago donde nos esperaba nuestro primer Vía-Crucis penitencial de Silencio. Y en el Silencio de mis recuerdos alguien me acerco la bandera de la hermandad. Diego Tomas que en ese momento la portaba me insistía en que la llevará. Y me recordó otro momento de mi vida Cofrade en mi Hermandad, mi mandato como Hermano-Mayor Presidente , un triste mandato en la casa de Hermandad de la calle María Guerrero. Pero antes de María Guerrero siempre estaba la calle Dulcinea, y antes de Dulcinea el “Quijote” del Perdón mi querido Juan “Duque“.
Llegar a Dulcinea con el Perdón fue un momento emocionante. Sus plantas, que llenan de vida a la calle ,hicieron el paso del Perdón algo que los que allí estuvimos nunca podremos olvidar. Una sensación de alegría pero a su vez de pena me lleno el corazón. La casa de Juan estaba abierta y su familia en la puerta. Por un momento lo vi en la puerta con su cara de abuelo, de abuelo de todos. Con su sonrisa de niño pícaro que siempre me ofrecía cuando me veía. Y vi a Juan en el rostro de Isabel, su mujer, su amiga. Vi a Juan en la cara de sus hijos y nietos que a la puerta de su casa estaban esperando al Perdón. Y estaban pues así a Juan le hubiera gustado que estuvieran ,cerca del Cristo y cerca de nosotros. Y me abrace con Isabel y sentí sus lagrimas en mi cara y sentí por un momento el abrazo de Juan. Y a las puertas de su casa el trompeta nos llamo a la oración. Y rezamos por todos, por los que están y por los que no están, pero siempre están con nosotros en cada cinta de nuestra bandera…


Cristóbal Manuel Hernández Expósito.

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