viernes, 12 de diciembre de 2008

Comentario al Evangelio, 3º Domingo de Adviento


TESTIGOS DE CRISTO

“Estad siempre alegres”. Así comienza la segunda lectura de este domingo, con una invitación a la alegría. Y así quiero comenzar el comentario de este día, porque si Dios está con nosotros, si la paz de Cristo habita en nuestro corazón, no podemos estar tristes; al contrario, hemos de llevar la alegría al mundo, pues ese es un deber del cristiano: contagiar y ser testigo de Cristo, causa y origen de nuestra alegría.
En este evangelio es curioso cómo se presenta a Juan el Bautista. Es un «hombre», sin más calificativos ni precisiones. No es importante para su misión su origen o condición social.
Sólo se ve a sí mismo como «la voz que grita en el desierto: allanad el camino al Señor». Dios lo envía como «testigo de la luz» capaz de despertar la fe de todos. Una persona que puede contagiar luz y vida. Ahora bien ¿Qué es ser testigo de la luz?
El testigo es como Juan. No se da importancia. No trata de llamar la atención, pues al vivir de manera convencida se ve que es Dios quien ilumina su vida. Su experiencia de Dios le hace ser único, así no son las palabras lo importante, sino su vida, su coherencia. Su testimonio invita a creer, pues no habla de sí, sino de quien es la razón de su hacer.
Cuando uno se llena de la alegría y del amor de Dios, la vida es expresión de gozo y esperanza. Claro que hay problemas y cruces, por supuesto que llega el dolor y la incertidumbre, pero la última palabra la tiene Cristo.
El testigo no condena, no juzga. A veces ve como la fe no tiene eco social, sin embargo, no es su intención el agradar, sino proclamar, anunciar con más fuerza aún la alternativa de un mundo basado en el amor de Dios.
Hay muchos testigos en el mundo. Son creyentes sencillos, humildes, conocidos sólo en su entorno. Personas entrañablemente buenas. Viven desde la verdad y el amor. Ellos nos «allanan el camino» hacia Dios.
Ellos lo hacen y nos invitan al el silencio y la contemplación, a mirar con los ojos de la fe a los hombres de nuestro tiempo, a dejarnos interpelar por los signos de los tiempos y ver en todos una llamada de Dios. A veces nos desborda el activismo y no percibimos la acción del Espíritu entre nosotros.
Cuando leemos estas páginas que nos hablan de Dios, cuando hablamos de El, cuando rezamos, tenemos que experimentar el poder liberador y su gracia entre nosotros.
En este tiempo de Adviento hemos de salir de la rutina, de la monotonía, para “allanar el camino”. Esto supone liberarnos de nuestros miedos y cobardías, y llenarnos de la alegría que brota de la fe.
Contemplamos un mundo que habla de liberación, que se pone muchas veces como alternativa al Reino de Dios, que hace esfuerzos por liberar al hombre incluso de sí mismo; pero el hombre no es libre.
Los que nos llamamos cristianos, los que cada domingo celebramos la Eucaristía, los que día a día se esfuerzan por amar y comunicar el gozo del evangelio..., ellos son los mejores testigos de la Vida que Dios nos trae.
Sólo la acogida interior al Espíritu puede reanimar nuestras vidas y generar entre nosotros "testigos del Dios vivo".
Que Dios os bendiga.


Tomás Cano Rodrigo

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