martes, 3 de enero de 2012

P.CARLOS HUELIN BENITEZ, S.J., IN MEMORIAM




Hace un año, la noticia de la muerte del P. Carlos Huelin nos conmocionaba. Un año después, su memoria, aunque todavía no desprovista de dolor y de nostalgia, nos reconforta. Echamos de menos su alegría, su optimismo, su dedicación y entrega incansables… hasta la víspera misma de su muerte, pero nos queda la alegría y el recuerdo de una vida vivida en plenitud y llena de fertilidad.
El recuerdo de Carlos no es recuerdo del pasado. Es un recuerdo actualizado en todo momento. Cada vez que alguien llama a la puerta de la casa parroquial, resuena en nosotros la pregunta: ¿está el padre? De nada servía nuestra reivindicación, hecha también en forma de pregunta: ¿qué padre? Sabíamos que el padre era él y lo llenaba todo con su omnipresencia, su cariño y su acogida incondicional.
Cada vez que alguien, tantos y tantas, llama a la puerta pidiendo ayuda (material, ministerial o de sola amistad) recordamos que él no dejaba a nadie irse de vacío. Su generosidad sin límites, su desapego a lo suyo, aunque fuera su tiempo o su salud, su imaginación inagotable, daban siempre respuesta, aunque tuviera que inventarla y recrearla.
Querido Carlos: Hace un año que una iglesia de San Ignacio, abarrotada por gentes de toda clase y condición, te lloraba incrédula todavía. Un año después de tu muerte, nos vamos a reunir de nuevo muchos de los que hace un año pasábamos de la incredulidad a la consternación por tu marcha, de la angustia a la esperanza, de sentirte omnipresente entre nosotros a sentir tu ausencia con un sentimiento inexpresable de orfandad.
Sabíamos lo que nos querías y cómo te entregabas con total generosidad y de manera incansable a todas las personas. Ahora sabes mejor también lo que te queríamos y queremos y que ese cariño persistente no desaparecerá de nuestras vidas.
Vamos a celebrar, el día 4 de enero, a las 8 de la tarde, en la Parroquia de San Ignacio de Loyola, una nueva eucaristía contigo, por ti y por nosotros, por tu alegría de estar junto al Padre común y nuestra tristeza esperanzada, estando sin ti como antes, pero estando siempre presente entre nosotros. Vamos a rezar juntos y vamos a pedir que desde esa vida definitiva que ahora gozas se nos aumente la fuerza de la fe, la alegría de la esperanza, la intensidad del amor y el consuelo de la Palabra de Dios.
Queremos que tu presencia imborrable entre nosotros, débilmente simbolizada en el Busto que en tu memoria hemos colocado (todavía no sabemos si te gusta o no…) nos dé una permanente inspiración y estímulo para seguir tu camino y tu ejemplo.
Gracias, Carlos.






Rafael Yuste, S.J.

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