Hace un año, la noticia de la muerte del P. Carlos Huelin nos conmocionaba. Un año después, su memoria, aunque todavía no desprovista de dolor y de nostalgia, nos reconforta. Echamos de menos su alegría, su optimismo, su dedicación y entrega incansables… hasta la víspera misma de su muerte, pero nos queda la alegría y el recuerdo de una vida vivida en plenitud y llena de fertilidad.
El recuerdo de Carlos no es recuerdo del pasado. Es un recuerdo actualizado en todo momento. Cada vez que alguien llama a la puerta de la casa parroquial, resuena en nosotros la pregunta: ¿está el padre? De nada servía nuestra reivindicación, hecha también en forma de pregunta: ¿qué padre? Sabíamos que el padre era él y lo llenaba todo con su omnipresencia, su cariño y su acogida incondicional.
Cada vez que alguien, tantos y tantas, llama a la puerta pidiendo ayuda (material, ministerial o de sola amistad) recordamos que él no dejaba a nadie irse de vacío. Su generosidad sin límites, su desapego a lo suyo, aunque fuera su tiempo o su salud, su imaginación inagotable, daban siempre respuesta, aunque tuviera que inventarla y recrearla.
Querido Carlos: Hace un año que una iglesia de San Ignacio, abarrotada por gentes de toda clase y condición, te lloraba incrédula todavía. Un año después de tu muerte, nos vamos a reunir de nuevo muchos de los que hace un año pasábamos de la incredulidad a la consternación por tu marcha, de la angustia a la esperanza, de sentirte omnipresente entre nosotros a sentir tu ausencia con un sentimiento inexpresable de orfandad.
Sabíamos lo que nos querías y cómo te entregabas con total generosidad y de manera incansable a todas las personas. Ahora sabes mejor también lo que te queríamos y queremos y que ese cariño persistente no desaparecerá de nuestras vidas.
Vamos a celebrar, el día 4 de enero, a las 8 de la tarde, en la Parroquia de San Ignacio de Loyola, una nueva eucaristía contigo, por ti y por nosotros, por tu alegría de estar junto al Padre común y nuestra tristeza esperanzada, estando sin ti como antes, pero estando siempre presente entre nosotros. Vamos a rezar juntos y vamos a pedir que desde esa vida definitiva que ahora gozas se nos aumente la fuerza de la fe, la alegría de la esperanza, la intensidad del amor y el consuelo de la Palabra de Dios.
Queremos que tu presencia imborrable entre nosotros, débilmente simbolizada en el Busto que en tu memoria hemos colocado (todavía no sabemos si te gusta o no…) nos dé una permanente inspiración y estímulo para seguir tu camino y tu ejemplo.
Gracias, Carlos.
Rafael Yuste, S.J.
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