domingo, 27 de noviembre de 2011

ADVIENTO

Hoy es primer domingo de Adviento y en la pagina web del Obispado de Almería, encontramos este interesante artículo:



Con las primeras vísperas del domingo comienza el tiempo santo del ADVIENTO (del latín “adventus”, venida, llegada). Es, por eso, el tiempo que prepara a la comunidad cristiana a recibir la venida a nosotros del Señor, que vino en la carne de Jesucristo, nacido de la Virgen María. El Adviento dispone y disciplina el espíritu del cristiano para acoger la que va a nacer entre nosotros.
Los domingos de Advientos son cuatro, que la comunidad cristiana celebra en la esperanza de la Navidad del Señor. Se ha convertido en una práctica ritual muy extendida encender cada domingo una vela, marcando así de forma progresiva la iluminación del mundo que trae consigo el Nacimiento de Cristo. Esta práctica que tiene su origen en los países cristianos del Norte de Europa va acompañada de la confección de una corona de abeto u otras ramas arbóreas que hoja perenne, que significan la vida permanente e imperecedera que Cristo introduce en este mundo histórico nuestro, marcado por la caducidad y la muerte.

El tercer domingo de Adviento es conocido como el “Domingo de Gaudete”, porque como la antífona de entrada de la santa Misa comienza con estas palabras del Apóstol, san Pablo a los Filipenses: “Alegraos en el Señor; os lo repito, estad alegres” (Fil 4,4). El color de todo el Adviento es color fucsia o ligeramente morado, que evoca la necesidad de conversión de cada bautizado para recibir a Cristo que viene y la disciplina necesaria para abandonar los vicios y practicar las virtudes; sin embargo, el color del tercer domingo de Adviento es rosado, para significar la alegría que nos aguarda cuando Cristo llegue en su Natividad a nosotros. También evoca el color rosado el gozo de los bienaventurados, que han triunfado sobre el juicio final por la misericordia de Dios manifestada en la redención de Cristo. Así el Adviento nos coloca también ante la venida final del Señor como Juez universal, tal como lo contempla la Iglesia al final del Año Litúrgico: como Señor de vivos y muertos.

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