Esta tarde, a las 19:30 h. tenemos una cita en San Ildefonso, para celebrar todos juntos la Eucaristía Comunitaria de Tercer Domingo de Mes.
Antes, a las 18:00 h., todo aquel o aquella que quiera cantar en nuestro coro está invitado al ensayo que tendrá lugar en el Salón Parroquial.
A continuación publicamos el comentario de las lecturas que leeremos en dicha Eucaristía, realizado por nuestro hermano y Vicario General de la Diócesis, Tomás Cano.
“Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver”
En las lecturas que hoy leeremos en la liturgia, hay aspectos que conviene meditar para comprender cuál es la novedad que experimentan los discípulos con la resurrección de Jesús.
En Hechos de los Apóstoles, Pedro está en casa de Cornelio, el primer pagano recibido como cristiano por uno de los apóstoles. No hay fronteras entre judíos y paganos, Dios no hace distinciones con los que creen en El. El acontecimiento de la Resurrección de Jesús no puede quedar encerrado en las expectativas del pueblo judío. El Dios del que son testigos ha vencido a la muerte y manda a predicar con la certeza y la experiencia de que está vivo a todos los hombres. Y ese mismo Dios es el que nos envía a cada uno de nosotros a ser testigos con nuestra vida en medio del mundo.
“Jesús no está aquí ha resucitado”.Los discípulos corren ante el anuncio de María, para ver el sepulcro de Jesús. No es una distancia física, sino que es un camino de fe: desde la inseguridad, la duda y la perplejidad, a la firmeza y seguridad de la fe: "Cristo ha resucitado, como estaba escrito".
Esta experiencia es la que durante siglos la Iglesia repite cada día: ¡Cristo ha resucitado y estamos salvados!
Creer en Cristo resucitado es creer que Jesús camina con nosotros, los creyentes; caminar por el mundo convencidos de que hemos sido llamados a vivir plenamente una vida nueva de esperanza que el mundo increyente no conoce, y a veces se opone a su anuncio. Dios ha vencido a la muerte y en su resurrección hemos sido salvados.
A pesar de las dificultades del camino, de los sufrimientos y problemas humanos, hemos de ser conscientes de que el sepulcro está vacío, de que Dios ha resucitado a Jesús de entre los muertos y lo ha nombrado juez de vivos y muertos. Esa es nuestra fe, la que nos anima a caminar día a día, a cantar el ¡aleluya!.
San Pablo decía: Si Cristo no resucitó nuestra predicación carece de fundamento, y vuestra fe lo mismo... Si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados. ¡Pero no! Cristo ha resucitado de entre los muertos: el primero de todos (1 Cor 15,14s).
La resurrección de Jesús es, pues, el misterio central de nuestra fe y dato cierto y real, aunque no verificable por los métodos de las ciencias, puesto que es una experiencia que transciende la misma historia. Es un misterio de fe, aunque real; es obra divina con las dimensiones propias de Dios. Como reza el Salmo responsorial: Es el Señor quien lo ha hecho; esto ha sido un milagro patente.
La fe en la resurrección de Jesús tiene una sólida base, porque está avalada por el testimonio de los apóstoles, tanto verbal como existencial, sellado con su propia vida y muerte.
Hemos de experimentar la resurrección de Jesús y ser testigos en medio del mundo de esta vida nueva que El nos ofrece, convertirnos día a día y anunciar con gozo que está vivo y camina con nosotros.
Durante esta próxima semana, los cristianos debemos continuar cantando el ¡aleluya! de la Pascua, de la Gloria, de la Vida.
Que Dios os bendiga.
Tomás Cano Rodrigo
En las lecturas que hoy leeremos en la liturgia, hay aspectos que conviene meditar para comprender cuál es la novedad que experimentan los discípulos con la resurrección de Jesús.
En Hechos de los Apóstoles, Pedro está en casa de Cornelio, el primer pagano recibido como cristiano por uno de los apóstoles. No hay fronteras entre judíos y paganos, Dios no hace distinciones con los que creen en El. El acontecimiento de la Resurrección de Jesús no puede quedar encerrado en las expectativas del pueblo judío. El Dios del que son testigos ha vencido a la muerte y manda a predicar con la certeza y la experiencia de que está vivo a todos los hombres. Y ese mismo Dios es el que nos envía a cada uno de nosotros a ser testigos con nuestra vida en medio del mundo.
“Jesús no está aquí ha resucitado”.Los discípulos corren ante el anuncio de María, para ver el sepulcro de Jesús. No es una distancia física, sino que es un camino de fe: desde la inseguridad, la duda y la perplejidad, a la firmeza y seguridad de la fe: "Cristo ha resucitado, como estaba escrito".
Esta experiencia es la que durante siglos la Iglesia repite cada día: ¡Cristo ha resucitado y estamos salvados!
Creer en Cristo resucitado es creer que Jesús camina con nosotros, los creyentes; caminar por el mundo convencidos de que hemos sido llamados a vivir plenamente una vida nueva de esperanza que el mundo increyente no conoce, y a veces se opone a su anuncio. Dios ha vencido a la muerte y en su resurrección hemos sido salvados.
A pesar de las dificultades del camino, de los sufrimientos y problemas humanos, hemos de ser conscientes de que el sepulcro está vacío, de que Dios ha resucitado a Jesús de entre los muertos y lo ha nombrado juez de vivos y muertos. Esa es nuestra fe, la que nos anima a caminar día a día, a cantar el ¡aleluya!.
San Pablo decía: Si Cristo no resucitó nuestra predicación carece de fundamento, y vuestra fe lo mismo... Si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados. ¡Pero no! Cristo ha resucitado de entre los muertos: el primero de todos (1 Cor 15,14s).
La resurrección de Jesús es, pues, el misterio central de nuestra fe y dato cierto y real, aunque no verificable por los métodos de las ciencias, puesto que es una experiencia que transciende la misma historia. Es un misterio de fe, aunque real; es obra divina con las dimensiones propias de Dios. Como reza el Salmo responsorial: Es el Señor quien lo ha hecho; esto ha sido un milagro patente.
La fe en la resurrección de Jesús tiene una sólida base, porque está avalada por el testimonio de los apóstoles, tanto verbal como existencial, sellado con su propia vida y muerte.
Hemos de experimentar la resurrección de Jesús y ser testigos en medio del mundo de esta vida nueva que El nos ofrece, convertirnos día a día y anunciar con gozo que está vivo y camina con nosotros.
Durante esta próxima semana, los cristianos debemos continuar cantando el ¡aleluya! de la Pascua, de la Gloria, de la Vida.
Que Dios os bendiga.
Tomás Cano Rodrigo
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