Tú eres mi Hijo amado, mi preferido.
Este domingo, el profeta Isaías vuelve a entonar un cántico profético para reanimar al pueblo de Israel que se halla en el destierro. Anuncia con gozo la salvación por medio del “siervo de Dios”, quien liberara a los hombres de sus esclavitudes, sin gritos ni violencias, pero implantará la justicia e impondrá el derecho. Esa es la misión del Mesías. Como tiene que ser la misión de cualquier cristiano hoy: ser profeta de liberación, ser luz para quienes viven en la tiniebla de su incredulidad.
El pueblo de Dios fue el elegido, pero su acción no queda hipotecada a él. Por eso en la 2ª lectura vemos una gran apertura hacia el anuncio de salvación a quienes no pertenecen al pueblo de Israel. Pedro ofrece la gran esperanza de la universalidad de la salvación.
Ese es hoy el quehacer de la Iglesia, "ir por el mundo anunciando la salvación a todas las gentes". Llevar la luz del Evangelio a cualquier rincón del mundo, sin voces ni gritos, pero predicando y siendo instrumento de la justicia. La Iglesia no puede renunciar a su misión porque haya momentos o circunstancias adversas, ha de ser fiel a lo que Dios quiere de ella. Y la Iglesia somos todos y cada uno de los bautizados en Cristo, de ahí que lo primero que hemos de hacer es ser conscientes de quiénes somos y cuál es nuestra misión HOY.
Hoy termina el tiempo de Navidad, con el bautismo del Señor. Es ahora, cuando Jesús se acerca a Juan para que le bautice, cuando se rasgan los cielos para proclamar que Jesús es el predilecto de Dios, es su Hijo querido.
Se ha rasgado el cielo, se ha roto el muro de separación entre Dios y el hombre, en Jesús se ha roto el silencio que había entre Dios y el hombre pecador.
En el bautismo de Jesús se simboliza el compromiso de dar la vida por la salvación de todos. Y se pone de manifiesto el amor sin límites de Dios al hombre.
Jesús baja al Jordán, no porque tenía que purificarse, puesto que en él no había pecado, sino llevando sobre sí nuestros pecados, limitaciones y dolores. Desde esa encarnación conoce, ama y perdona al hombre. Jesús es el Mesías, ha venido para mostrar el amor de Dios, y para liberar, por eso comienza anunciando la Buena Noticia del Reino, en todos los lugares porque "para eso he sido enviado".
Aquí está el ser de la Iglesia: anunciar la liberación y el pecado que ha realizado Jesús; denunciar la esclavitud en que muchas veces se ha sumido al hombre deseoso de liberación. No hace al hombre feliz cualquier conato de libertad, es Cristo quien realmente hace al hombre libre y consciente de su misión.
Nadie baja al Jordán ni sube a la Cruz en nombre y por amor al hombre, sino Cristo. La Iglesia ha de mostrar la salvación que Jesús trae para el hombre. Nuestro Dios no calla ante la violencia y la muerte, a El le duele el sufrimiento del hombre, y tenemos que ser voces proféticas que implanten la justicia que viene de lo alto.
Renovemos hoy nuestro bautismo y asumamos el compromiso que nace de la Eucaristía, puesto que Jesús, aquel que “pasó por el mundo haciendo el bien” nos llama a continuar haciéndolo para el hombre de hoy en nombre del Dios de siempre.
Este domingo, el profeta Isaías vuelve a entonar un cántico profético para reanimar al pueblo de Israel que se halla en el destierro. Anuncia con gozo la salvación por medio del “siervo de Dios”, quien liberara a los hombres de sus esclavitudes, sin gritos ni violencias, pero implantará la justicia e impondrá el derecho. Esa es la misión del Mesías. Como tiene que ser la misión de cualquier cristiano hoy: ser profeta de liberación, ser luz para quienes viven en la tiniebla de su incredulidad.
El pueblo de Dios fue el elegido, pero su acción no queda hipotecada a él. Por eso en la 2ª lectura vemos una gran apertura hacia el anuncio de salvación a quienes no pertenecen al pueblo de Israel. Pedro ofrece la gran esperanza de la universalidad de la salvación.
Ese es hoy el quehacer de la Iglesia, "ir por el mundo anunciando la salvación a todas las gentes". Llevar la luz del Evangelio a cualquier rincón del mundo, sin voces ni gritos, pero predicando y siendo instrumento de la justicia. La Iglesia no puede renunciar a su misión porque haya momentos o circunstancias adversas, ha de ser fiel a lo que Dios quiere de ella. Y la Iglesia somos todos y cada uno de los bautizados en Cristo, de ahí que lo primero que hemos de hacer es ser conscientes de quiénes somos y cuál es nuestra misión HOY.
Hoy termina el tiempo de Navidad, con el bautismo del Señor. Es ahora, cuando Jesús se acerca a Juan para que le bautice, cuando se rasgan los cielos para proclamar que Jesús es el predilecto de Dios, es su Hijo querido.
Se ha rasgado el cielo, se ha roto el muro de separación entre Dios y el hombre, en Jesús se ha roto el silencio que había entre Dios y el hombre pecador.
En el bautismo de Jesús se simboliza el compromiso de dar la vida por la salvación de todos. Y se pone de manifiesto el amor sin límites de Dios al hombre.
Jesús baja al Jordán, no porque tenía que purificarse, puesto que en él no había pecado, sino llevando sobre sí nuestros pecados, limitaciones y dolores. Desde esa encarnación conoce, ama y perdona al hombre. Jesús es el Mesías, ha venido para mostrar el amor de Dios, y para liberar, por eso comienza anunciando la Buena Noticia del Reino, en todos los lugares porque "para eso he sido enviado".
Aquí está el ser de la Iglesia: anunciar la liberación y el pecado que ha realizado Jesús; denunciar la esclavitud en que muchas veces se ha sumido al hombre deseoso de liberación. No hace al hombre feliz cualquier conato de libertad, es Cristo quien realmente hace al hombre libre y consciente de su misión.
Nadie baja al Jordán ni sube a la Cruz en nombre y por amor al hombre, sino Cristo. La Iglesia ha de mostrar la salvación que Jesús trae para el hombre. Nuestro Dios no calla ante la violencia y la muerte, a El le duele el sufrimiento del hombre, y tenemos que ser voces proféticas que implanten la justicia que viene de lo alto.
Renovemos hoy nuestro bautismo y asumamos el compromiso que nace de la Eucaristía, puesto que Jesús, aquel que “pasó por el mundo haciendo el bien” nos llama a continuar haciéndolo para el hombre de hoy en nombre del Dios de siempre.
¡Que Dios os bendiga!
Tomás Cano Rodrigo
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