viernes, 12 de septiembre de 2008

Carta del Sr. Obispo ante el comienzo del curso


Queridos diocesanos:
Comenzamos un nuevo curso pastoral que se nos presenta con retos importantes. La fe no se impone a nadie, pero sí se propone y se proclama privada y públicamente. No podemos guardar el evangelio en una caja fuerte bajo clave. Jesús invitaba a sus discípulos a que lo predicaran sobre las azoteas y en las plazas.
El anuncio del evangelio es proponer a la sociedad de hoy, como lo hizo el cristianismo siempre, que la sabiduría de la cruz de Cristo es locura y escándalo para los que no tienen fe, pero para quienes creen en la victoria del Crucificado sobre la muerte, esta sabiduría divina es fuerza y salvación. La fiesta de la Exaltación de la Cruz invita a levantar la mirada al Crucificado, porque en él está Dios reconciliando al hombre y diciéndole que sólo el amor hasta la muerte es digno de fe. Anunciar este mensaje no lo pueden hacer solos los sacerdotes, porque es cometido de todos los cristianos. Sin embargo, los sacerdotes, han sido llamados a exponer y proponer con la autoridad de Cristo la palabra del evangelio, evitando con ello que pueda devaluarse en un cúmulo de opiniones sin ningún valor normativo dentro y fuera de la Iglesia.
En el centro de Estudios Eclesiástico del Seminario comenzará en breve el nuevo curso académico una veintena de seminaristas mayores. Ayer, a media mañana, el Señor me concedía ordenar en la Catedral a dos jóvenes que han ejercido este curso pasado el ministerio del diaconado y que, concluidos sus estudios y probada su madurez humana y cristiana, recibían de mis manos el Orden sacerdotal. Además del clero que ha entrado en edad o está en el meridiano de la vida, la diócesis cuenta con unos cincuenta jóvenes sacerdotes que, llenos de ilusión, han ido tomando la antorcha de los sacerdotes ancianos que han entregado su vida Cristo y pasan el testigo. Al proponer a Cristo como sentido de la vida, los sacerdotes abren a cada ser humano a la esperanza de la vida eterna y de una felicidad que el hombre busca ansiosamente.
Dios sigue llamado a los jóvenes hoy como ayer, aunque los obstáculos con los que hoy tropieza esta llamada son muchos y de difícil superación. Justo ahora, cuando más se habla de libertad y a algunos se les llena la boca de generosidades para con los otros creyentes, abundan quienes denigran a la Iglesia católica, difunden una crítica exacerbada del clero y descalifican la moral cristiana. Vivimos en un estado de opinión que manifiesta la profunda desorientación en que se encuentran muchas personas. Una situación que afecta a los adolescentes que tienen que superar la prueba escolar, entre sus propios compañeros, de recibir el sacramento de la Confirmación sin ser tildados de estar dominados por los curas o ser atrasados mentales. Una situación que afecta a los jóvenes que han de vencer la extrañeza y aislamiento que les provoca la decisión de seguir la llamada de Dios y entrar en el Seminario o abrazar la vida religiosa.
El alejamiento de los jóvenes de la religión es resultado de diversas causas, entre las que hay que contar con la excesiva protección familiar que se dispensa a los jóvenes, a los que se quiere apartar del riesgo de una vocación tan arriesgada, y la falta de vida cristiana en la familia. A esto hay que añadir los efectos nocivos de una cultura materialista difundida por los medios de comunicación, y los resultados que arroja un sistema educativo que tan sólo tolera, y con notable hostilidad, la enseñanza escolar de la Religión católica, a pesar de que existe el derecho fundamental de los padres a formar en sus propias creencias a sus hijos y a transmitirles sus valores morales. No se percibe la importancia que la religión tiene en la fundamentación de la moral y la promoción de la dignidad de la persona y de sus derechos fundamentales, precisamente por su destino trascendente. El sistema educativo escolar se empeña en inculcar en los escolares una visión de la vida que pone entre paréntesis la condición espiritual del ser humano, fundamento religioso de la dignidad de la persona y fuente de una moral verdaderamente humana. Millones de jóvenes, electrizados por el rock y el gregarismo adormecedor de la movida semanal, a los que se propone además una práctica segura, pero banal y destructiva de la sexualidad, no tienen otro horizonte de visión. Los jóvenes que han recibido una educación cristiana no dejan de respirar la misma atmósfera y tropiezan con obstáculos que les parecen insalvables para hallar el sentido espiritual de la existencia y a hacer de Dios el único absoluto que puede producir el mayor beneficio para el hombre.
En esta situación, haber ordenado durante el último quinquenio entre dos y cinco jóvenes sacerdotes por año resulta reconfortante. Es constatar que hay jóvenes que consiguen salvar la carrera de obstáculos que les pone la cultura al uso, porque como declara el apóstol Pablo, a ellos les ha sido posible verificar en su propia vida que, en efecto, la sabiduría de la cruz de Cristo es de verdad locura, y que esta “locura de Dios es más sabia que los hombres” (1 Corintios 1,25).
Con mi afecto y bendición.

Almería, septiembre de 2008.

X Adolfo González Montes
Obispo de Almería

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