El próximo domingo 2 de marzo a las 12:00 h. el Ilmo. Sr. D. Adolfo González Montes, pronunciará el Pregón Oficial de la Semana Santa de Almería en el Teatro Apolo de la capital. Evidentemete os invitamos a asistir a este acto que supone practicamente el inicio de nuestra Semana Mayor.
Aprovechando este evento, publicamos hoy la carta que el Señor Obispo ha redactado para las Hermandades y Cofradías de la Diócesis con motivo de la Cuaresma.
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Vivir la Semana Santa en la comunión de fe de la Iglesia
"La Semana Santa vuelve a ejercer el arrastre de fe y devoción que aflora en el pueblo cristianoen torno a la celebración del misterio pascual de Cristo, de su pasión, muerte y resurrección gloriosa. La piedad popular se apresta a sus mejores manifestaciones inspiradas por el drama de la cruz y la luz poderosa del Resucitado, que ha cambiado el curso de la historia humana, porque en ella se le ha revelado al hombre el misterio y sentido de su vida, fruto del designio de amor de Dios por el mundo.
1. El misterio pascual, meta del año litúrgico
Conviene, por esto, recordar que en el transcurso del tiempo santo que va de la Cuaresma a la Pascua, las expresiones de la fe tienen la función de manifestar el misterio creído y adorado por los fieles en la comunión de la Iglesia. Las manifestaciones de la piedad popular no se separan de la vida litúrgica de la comunidad eclesial, sino que, muy por el contrario, la prolongan y la expresan llenando tiempos y espacios de contemplación, meditación y disciplina que crean el ambiente espiritual propicio para la celebración litúrgica y su más honda vivencia.
Así, pues, es preciso no separar la piedad popular del cíclico litúrgico que da curso a la celebración de los misterios de Cristo y de María y a la memoria de los mártires y de los santos. Esto debería hacer comprender que no es posible celebrar en cualquier tiempo las solemnidades y festividades cristianas, ya que tienen su lugar propio en el lugar que ocupan dentro del año litúrgico. En él, la celebración del misterio pascual es la meta hacia la que caminan todas las celebraciones que van así, desde las fiestas de la Natividad del Señor precedida por los domingos de Adviento a las solemnidades del Triduo pascual, precedido por el tiempo santo de los domingos de Cuaresma. La pascua culmina en la solemnidad de Pentecostés cerrando el ciclo litúrgico. Debe tenerse en cuenta que todo el ciclo litúrgico tiene en el domingo la pieza clave para la celebración de la fe y el día propicio para la evocación del misterio pascual. El Vaticano II recordó en la Constitución sobre la sagrada liturgia: “La Iglesia, desde la tradición apostólica que tiene su origen en el mismo día de la resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho días, en el día que se llama con razón «día del Señor» o domingo”, y que “en este día los fieles deben reunirse para escuchar la palabra de Dios y participando en la Eucaristía, recordar la pasión, resurrección y gloria del Señor Jesús y dar gracias a Dios, que los hizo renacer a la esperanza viva por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos (1 Pedro 1,3). Por consiguiente el domingo es la fiesta primordial que debe presentarse e inculcarse a la piedad de los fieles, de modo que sea también un día de alegría y de liberación del trabajo. No debe anteponerse a ésta ninguna otra solemnidad, a no ser que sea realmente de gran importancia, puesto que el domingo es el fundamento y el núcleo de todo el año litúrgico” (Const. Sacrosanctum Concilium, n. 106).
Esta larga citación del Concilio permite comprender a todos que la Semana Santa culmine en verdad en el domingo de Pascua, día en que la celebración de la Misa pascual, que sigue a la gran Vigilia del Sábado Santo, viene siendo entre nosotros con toda justicia concurrida en forma masiva, con la presencia de todos los cofrades de las Hermandades y Cofradías de Semana Santa. Reforzar la participación en las celebraciones del Triduo pascual y en la misa pascual es de la mayor importancia, porque con esta participación lograremos expresar más plenamente, de modo convincente, que el misterio pascual es el centro de la vida de fe y que el Misterio pascual es el contenido de cada celebración dominical.
2. La piedad popular en la Semana Santa
Se comprenderá que las expresiones de la piedad popular a que ha dado curso y cauce la Semana Santa tengan en el marco de las celebraciones cuaresmales y, principalmente, de la propia semana grande de la fe cristiana su lugar propio. Los actos de piedad que los fieles realizan por devoción a las sagradas imágenes que escenifican plástica y bellamente los misterios de la redención, son expresión de la identificación de los fieles con Cristo Redentor y con su Santísima Madre. Hay un profundo sentido cristológico y mariológico de la fe católica en la piedad cofrade, de modo que “la imagen no se venera por ella misma, sino por lo que representa”, tal como dice el Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, que fundamenta su juicio de valor sobre la veneración de las imágenes con la doctrina del Concilio de Trento, según la cual a las imágenes se les tributa veneración “no porque se crea que en ellas hay cierta divinidad o poder que justifique este culto o porque se deba pedir alguna cosa a estas imágenes o poner en ellas la confianza, como hacían antiguamente los paganos, que ponían su esperanza en los ídolos, sino porque el honor que se les tributa, se refiere a las personas que representan” (Directorio, n. 241; Concilio de Trento, Decreto sobre la invocación, veneración y reliquias de los santos y sobre las imágenes sagradas, 1563).
Los actos de piedad en torno a las sagradas imágenes acrecientan la fe en aquello que representan: los misterios de la redención y acrecientan asimismo el amor a Cristo y a su Madre Santísima representados en las imágenes. Por esta razón el orden que las mismas imágenes sagradas han de guardar en su ubicación en los retablos y hornacinas de las iglesias, y estos días santos en los desfiles procesionales es ya una manifestación del lugar propio que Cristo y María ocupan en la historia de la salvación: Cristo es el centro de toda piedad cristiana, Mediador único y Salvador universal, a cuya acción redentora asocia a su Madre y a los santos, en cuya comunión entramos todos los fieles si nos dejamos configurar con Cristo mediante la gracia divina que obra en nosotros y nos llega por los sacramentos, particularmente por el bautismo y la Eucaristía, los grandes sacramentos de nuestra fe.
3. Todo es para la mayor edificación de los bautizados en Cristo
De lo dicho se desprende que todo es para la mayor edificación de los bautizados. La piedad popular viene a ayudarnos estos días de fe a una más honda comunión con Cristo en la Iglesia, acompañados de María y de los Santos, apoyados en su intercesión por nosotros. María y los Santos nos ayudan a encontrar la salvación en aquel que es el único camino de redención, Cristo Jesús. Con él nos hemos configurado en el bautismo, sacramento que centra las prácticas cuaresmales como tiempo de preparación de los catecúmenos para el bautismo y de evocación bautismal para los bautizados. En la Cuaresma, en efecto, los catecúmenos se disponen para acercarse a la fuente bautismal en la Pascua; y en la Cuaresma, los ya bautizados hacen memoria de su propio bautismo y activan su compromiso de fidelidad a Cristo, con el cual se unieron místicamente asimilándose a su muerte y resurrección en las aguas bautismales.
El valor de las imágenes de Semana Santa estriba justamente en ayudarnos a revivir el misterio central de nuestra salvación por el cual recibimos nueva vida y hemos venido a ser hijos de Dios, como dice el prefacio de la Cuaresma evocando nuestro caminar hacia la Pascua eterna, donde se manifestará plenamente nuestra condición de redimidos y de hijos de Dios.
Deseo que todos, pastores y fieles, los cofrades y el pueblo entero de Dios revivamos en las celebraciones de la fe de este tiempo santo y principalmente durante el Triduo pascual, la gracia de la salvación que Dios ha hecho nacer en nuestros corazones por la fe y los sacramentos con que Dios nos ha agraciado.
A todos deseo una santa vivencia de la conmemoración de la pasión, muerte y pascua de resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
Adolfo González Montes
Obispo de Almería
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